sábado, 13 de febrero de 2010

Concepciones antropológicas y su incidencia en la E.F.I.

FILOSOFIA Y EDUCACIÓN FÍSICA II
Lic. Nilda Garimaldi.



Módulo de autoaprendizaje.
Curso de Actualización Docente y Técnico Profesional para Profesores de Educación Física.
Dirección de Perfeccionamiento Educativo y Dirección de Educación Física,
Ministerio de Cultura y Educación. Provincia de Córdoba, 1982.

Selección de contenidos. Copia textual
con ligeras adaptaciones de diagramación




La reflexión filosófica sobre los fundamentos de la Educación Física y, por ende, de la E.F.I. reclama un análisis sobre la esencia del Hombre (Antropología). En la entrada anterior, al abordar las aproximaciones a las problemáticas primigenias de la E.F., la autora nos mostró dos grandes posibilidades para su concepción:

a) Mero trabajo corporal;

b) Formación integral.


Entonces reclamamos que, si la E.F. pretende ser “educación”, debe plantearse los interrogantes fundamentales de ésta: Qué?, …Para Qué?, …y Cómo educar?, que se apoyan en cuestiones filosóficas más fundamentales (ver Entrada anterior, ejemplo de los círculos superpuestos).






La propuesta de metas desconectadas de un análisis de la esencia humana, salvo mágica coincidencia, no consciente saber, será inoperante, utópica o insuficiente.

























Solo cuando estas cuestiones estén resueltas será posible señalar los medios –métodos– adecuados para hacer efectivo el aprendizaje.





Nos introduciremos, pues, en el campo filosófico.
Aunque la Antropología surge como disciplina específica en la época contemporánea, los filósofos han dado cuenta del hombre desde siempre. Y desde siembre se ha insistido en la diferencia entre su ser y el de otros seres vivientes; ni qué decir en relación a lo inanimado.
A esta certeza común a todo hombre, aún para el vulgo, se suma la creencia de que el hombre se distingue de los otros seres por la razón, alma, espíritu o psiquismo (designación ésta que varía según la predilección de cada doctrina).

Tanta certeza hay en ello como en la presencia del cuerpo. El problema, y la diversidad de opiniones, se hace presente cuando se pretende explicar la relación cuerpo-alma y la substancialidad-esencia de cada uno de ellos.

Estas cuestiones pueden resolverse antagónicamente en el dualismo o en el monismo; apareciendo, también, posturas intermedias que pretenden superar el antagonismo.
Veámoslo más detalladamente:



EL HOMBRE DOMO DUALIDAD
Los adictos a esta teoría en el hombre ven en el hombre dos seres substancialmente distintos (cuerpo-alma) y, por tanto, irreductibles. La relación entre ellos es imposible, dada la naturaleza heterogénea que los caracteriza.

Rene Descartes (1596-1650), en la edad moderna, propició esta teoría dejando a su vez un conflicto, aparentemente insuperable, sobre la relación entre lo material y espiritual del hombre.
El cuerpo fue interpretado como materia mecánicamente determinada, rígido, como el resto de los cuerpos, por las leyes de la física y la geometría. El cuerpo es “extensión”, su esencia reside en la especialidad. El espíritu (alma o razón) se distingue de él por ser inmaterial, inespacial, libre e inteligente. Cuerpo y alma (o esp.) constituyen dos substancias, es decir, son seres que existen por sí, independientemente. Claro que sobre tal heterogeneidad es imposible toda relación. Y solo muy artificialmente, sin lograr convencer, pudo Descartes, a través de la localización del alma en el cerebro, intentar explicar cómo a determinados procesos fisiológicos les corresponden determinados procesos psicológicos.
Pero el hombre fue seccionado tan drásticamente que toda explicación se desdibujó bajo la sombra del dualismo inicial.


Muchos coetáneos de Descartes intentaron resolver el problema de la relación cuerpo-alma que tan agudamente planteó. Y lo más común fue resolver el problema borrándolo; no se trata de dos seres substancialmente distintos sino de un ser (MONISMO) del cual el otro es un epifenómeno. Surgen así el materialismo y el idealismo que afirman la reducción de la realidad humana a la materia y lo mental, respectivamente. O bien, incluyendo un tercer término (por ej. Dios) que resuelve el tema por un “paralelismo”.
Si bien en la filosofía moderna podemos encontrar representantes de estas soluciones, aparece con insistencia en distintos pensadores, una postura intermedia entre este antagonismo. El hombre no será, para ellos, ni la suma de dos seres distintos, al modo cartesiano, ni la manifestación de uno solo.





EL HOMBRE COMO UNIDAD BIO-PSICO-ESPIRITUAL
En esta concepción convergen, hoy, las ideas de científicos y filósofos. De allí que el dualismo cartesiano se considere un error desde el punto de vista ontológico (ser). No obstante, todavía aparecen –en la práctica– cultivadores de una antropología superada.
Max Scheller (1874-1928), en nuestro tiempo, ha puesto en evidencia los errores de la filosofía de Descartes y contrapuesto a su dualismo la teoría de la unidad vital. Lo que Descartes había concebido como dos seres independientes y heterogéneos representan para Scheller solo dos aspectos de un ser (VIDA) que tiene manifestación corporal –externa– y manifestación psíquica –interna–
El psiquismo acompaña a la vida desde sus manifestaciones primarias; ni este, ni la inteligencia (que Scheller reconoce en los animales superiores) constituyen como para Descartes, la esencia del hombre. Es el “espíritu”, que no se agota en la razón, lo típico del hombre. Pero este espíritu no representa una dimensión separada de lo vital (orgánico-psíquico); antes bien, configura con ella el ser del hombre como “unidad bio-psico-espiritual”.


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La filosofía contemporánea, como ya lo señaláramos apunta hacia la concepción del hombre como unidad. Más allá de las peculiaridades típicas de cada sistema, corriente o escuela, aparecen ciertas constantes en la imagen del hombre actual: revalorización del cuerpo, afirmación de la “persona” como ser libre, reconocimiento de la dimensión trascendente del hombre (social, moral, religiosa).



a) Ser Encarnado: Metido en un cuerpo y formando un todo con él. Ese es el hombre concreto por el que tanto luchó el pensamiento contemporáneo. El hombre de Descartes, como el de otras tantas filosofías racionalistas, es un ideal.



“Existencia incorporada”, “ser en el mundo” son expresiones contemporáneas que designan el ser del hombre que no reniega de su cuerpo; que ve en éste, como en el pensamiento y la conciencia, la expresión de su humanidad. Atrás ha quedado el dualismo cartesiano.




b) Ser Libre: Capaz de superar el determinismo de la naturaleza, se erige por sobre todos los seres vivos que viven incondicionalmente sometidos a ella.
Pero ...


La libertad abre, para el hombre, un horizonte de posibilidades y responsabilidades; pues, existir libremente no significa manejo antojadizo o descontrolado de la libertad. Esta va siempre de la mano de la razón; la elección ciega no es, estrictamente hablando, ejercicio de libertad. Así como, tampoco lo es, aquella elección que olvida la presencia de otras libertades.

La libertad nos distingue de otros seres vivientes y nos enlaza con los hombres. Ella nos distingue como seres libres pero, al mismo tiempo, seres “con otros”.


La relación entre los hombres –comunicación– adoptará formas distintas según la interpretación del cuerpo y libertad en sí y en relación con los otros. Será Conflicto cuando cuerpo y libertad sean un obstáculo o amenaza para la realización personal; será Solidaridad, amor, respeto, cuando aquellos se interpreten como presencia que posibilita una existencia humana auténtica.






















Afirmar que el hombre es libre, con o contra otro, es reconocer que él no es tal aisladamente; que necesita sobrepasarse, por lo menos, como ser social.

c) Ser Trascendente: Ser que no se agota en la interioridad. El hombre debe trascender hacia el mundo, los otros hombres, los valores. En todo ello hay implícita una superación de la inmanencia; pero, verdadera trascendencia, solo se reconoce en la superación del nivel humano, en una referencia hacia lo divino.
Esta es, según algunos filósofos, otra de las certezas a las que nos conduce la libertad; pues, sabiéndonos libres, reconocemos, al mismo tiempo, que la libertad es un don que nos ha sido dado junto con la existencia.



Hasta aquí procuramos hacer evidentes ciertas constantes en la reflexión filosófica contemporánea. Y si es cierto que la filosofía refleja las características de cada tiempo histórico, la imagen de hombre, visualizada por ella en nuestros días, aparecerá, también, en las concepciones pedagógicas


Al observar la tarea docente, se podrá reconocer a qué apunta principalmente la intencionalidad didáctica; si la dimensión que se pretende involucrar con mayor acento es el cuerpo o el movimiento, deberá admitirse definitivamente que es imposible afectar a una y no a la otra. Esto mismo ocurre para con otras dimensiones no mencionadas en este párrafo, las que tampoco es posible no afectarlas. En todos los casos el hombre reaccionará como una totalidad.
Se podrá responder qué área de competencia o dimensión es la más afectada, si el cuerpo o el movimiento, reconociendo a la vez que se trata de cuerpo y movimiento humanos, por lo tanto se requerirá una base antropológica para edificar la labor docente.


El movimiento es el instrumento, medio indiscutible para realizar educación física.

¿POR QUÉ?


Anteriormente (Entrada Nº 13 para el caso de la trascripción a este Blog), …la autora expresa: aclarando la concepción de Educación Física, lo anticipábamos y, ahora, con fundamento lo reafirmamos; el concepto de movimiento deriva del concepto de Cuerpo, y éste del de Hombre.
Así, cuando en la tarea educativa como docentes de Educación Física, se procura aprendizajes de movimientos mecánicos, estereotipados, donde no hay lugar ni para la creatividad ni la inteligencia, apoyamos quizás sin conciencia, una concepción de Cuerpo y Hombre como la del dualismo de Descartes. El movimiento será explicado por la Física o, a lo sumo, por la Biomecánica.

En cambio, si la intencionalidad como educadores se orienta hacia el logro de movimientos que sean manifestación inteligente de una conducta, exteriorización de un sentir y comprender humanos, evidentemente, la concepción de Cuerpo y Hombre tienden hacia la teoría de la unidad de Scheler. Y si esa exteriorización respeta, no solo el cuerpo así entendido, sino la libertad y la trascendencia humana que pueden efectivizarse a través de él, reconoceremos en la tarea la puesta en macha de un plan en procura de hombres creativos. El movimiento requerirá el aporte de la Filosofía, la Psicología, la Fisiología y la Física, para poder ser explicado.



Jean Le Boulch ha distinguido entre movimientos simbólicos, estéticos y transitivos. Los dos primeros persiguen una finalidad de comunicación (lenguaje gestual, danza) mientras que el último se preocupa por la “modificación directa del objeto”, siendo su característica fundamental “la eficacia”.
La Educación Física se preocupa principalmente de éstos. Y a ellos se accede más rápidamente automatizando; la técnica y el entrenamiento son sus instrumentos ideales.
Según el mayor o menor predominio del automatismo en los movimientos variará la posibilidad de expresividad personal.
Le Boulch los ha clasificado y relacionado con los tipos de aprendizaje. Aquí lo mostramos gráficamente:

1. Movimientos no adaptados a un fin propuesto:
(Ej.: Movimientos Básicos de la vida diaria)
------------------------- Aprendizaje basado en la práctica; ensayo y error.

2. Movimientos automatizados sin personalidad,
estereotipados
(Ej.: ciertos ejercicios gimnásticos
y deportivos)
------------------------ Aprendizaje por repetición; mecanización (drill).

3. Movimientos automatizados con cierto grado
de inteligencia y predominio del automatismo

(Ej.:Movimientos de obreros especializados)
----------------------- Aprendizaje por repetición; mecanización (drill).

4. Movimientos automatizados con predominio
de la inteligencia y la personalidad

(Ej.: Movimientos expresivo-comunicativos;
de orden táctico en el deporte o predictivos
en la vida diaria)
---------------------- Aprendizaje por comprensión; inteligente, con programación conciente.


El cuadro muestra claramente qué tipo de movimientos son los que permiten y fomentan el logro de la personalidad (4º tipo).
De lo anterior no habrá de concluirse en la negación de los automatismos, pues estos son necesarios para el logro de otras conductas superiores. Pero, cuando son convertidos en el fin de la Educación Física, el hombre es mutilado por aproximación a la perfección de la máquina.



Hasta aquí la opinión de la autora. Al respecto cabe destacar que a principios de la década del 80, en el IPEF de Córdoba y con incidencia en la cátedra E.F.I., se hablaba de “automatismo” casi como sinónimo de “repetición mecánica”, cuestión ésta que generó confusiones a nivel conceptual. Esto, sobre todo, con relación al proceso de aprendizaje motor, en la última etapa del mismo, temática que abordaremos más adelante.
Pero más allá de cualquier consideración sobre el concepto de “automatismo”, vale destacar el compromiso con la problemática de la “educación por el movimiento”, por parte de profesores del área pedagógica, en especial de Filosofía, como Nilda Garimaldi. Los debates fueron esclarecedores y lo aportes no tardaron en llegar. Las consecuencias inmediatas se reflejaron en el terreno de la Didáctica Especial, con marcada preocupación por llevar a la práctica el nuevo marco teórico, modificado sustancialmente a la luz de la Antropología. La preocupación central y permanente era la de evitar, en lo posible, los enfoques y abordajes dicotómicos en el marco de la clase.
Paralelamente, la Dirección de Educación Física de la Provincia de Córdoba, junto a la Dirección de Perfeccionamiento Educativo, trataba la misma temática en los Cursos de Actualización Docente ofrecidos en 1982 y 83.

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Coloboraron en la edición de este módulo:

* Especialista en contenidos: Lic. Nilda Garimaldi
* Diseñadores: Doc. Elisa del Valle Cabezas, Lic. Martha Bracco, Lic. Graciela Horsmann, Lic. María Ceconello.
* Dibujo y programación: Prof. José De Monte, Lic. Alcira R. Parnisari, Prof. Cristina Chalabe, Doc. Ana Méndez, Téc. Adolfo Mombrú.
*Cordinación: Por la Dir. de Perfec. Educativo, Lic. Cristina Carranza. Por la Dir. de Educ. Física, Prof. Santiago H. Pecile y Prof. María E. Laje.
*Supervisión Gral.: Dr. Rafael E. Ferreyra y Lic. Susana Carena.